¿Estamos ante una transformación digital o lo digital nos está transformando?, ¿Cómo podemos juzgar desde un punto de vista ético, el impacto que tiene en nuestra existencia algo que no entendemos del todo?. Así lo plantea Salvatore Cataldi, experto en IoT para edificios centrados en el ser humano. Y es que, intuitivamente existe un límite a lo que podemos entender.

En estricto sentido, la definición de transformación digital es la integración de nuevas tecnologías en todas las áreas de una empresa para cambiar su forma de funcionar. La finalidad es optimizar procesos, incrementar productividad y ofrecer nuevo valor a sus clientes. 

Si todo apunta a que los cambios son en aras de mejorar, entonces ¿por qué existe resistencia al respecto?. Y aquí, es importante tomar en cuenta que dicha transformación no existirá en su totalidad sin el elemento clave: cambio de mentalidad, en directivos y empleados. La cuestión de esta transformación es que estamos a un paso de crear algo, una mente digital con acceso a nuevas dimensiones de comprensión, que cruzan límites humanos. 

El planteamiento de transformación digital concibe el nacimiento de una nueva mente digital. Esta evolución digital no se desarrolla simplemente al comprar nuevas súper-computadoras y proveer de Internet a todo lo que nos rodea. Estamos ante la llegada de máquinas súper-inteligentes, mucho más inteligentes que las mejores mentes humanas y capaces de plantear nuevos dilemas éticos para la humanidad.

Es por ello que en tiempos como estos, es difícil establecer los límites de lo que se desea innovar. Es una constante disputa entre lo que se desea preservar y lo que debe cambiar. Si bien es cierto, que los cambios son buenos, la interrogante sigue en el aire, ¿hasta dónde? Y es que una vez iniciados, no hay vuelta atrás. 

Sin embargo, el año 2020 marca una era de aceleración en términos de transformación digital. De forma inevitable las empresas han quedado en situación crítica y necesidad de adaptación. Y aún con esto, existen empresas que aún no inician sus procesos de digitalización. En gran medida se debe a la desconfianza en los proveedores de servicio, que al ser un tema tan nuevo, han tenido poco tiempo para construir una reputación basada en conocimientos, experiencia y sobre todo ética profesional. 

Es imperante asumir esta transformación como necesaria e inaplazable. En una era de revolución tecnológica, todos los principios empresariales, objetivos, planes, deberán renovarse con base en estos cambios. Impulsar la cultura de la innovación, mejora en la eficiencia de los procesos, automatización, trabajo colaborativo y de comunicación, nuevas oportunidades de negocio, análisis de datos, ciberseguridad, experiencia del cliente y relación con las marcas,  estrategias de gestión del talento interno, entre muchas otras, no podrán ser entendidos sino desde el ámbito digital y tecnológico.  

Lo principal que deben tomar en cuenta las empresas es que el cambio debe ser paulatino, e incluir todos los niveles de la organización. Deberá ser impulsado por un fuerte liderazgo, que a su vez logre el involucramiento de todos los líderes en este proceso transformativo. Los aspectos a tomar en cuenta son: tecnología, experiencia del cliente, cultura empresarial y objetivos del negocio. 

El fin último será cumplir el objetivo de toda empresa que es ganar competitividad, rentabilidad y clientes bien atendidos. Pero también en el caso del personal de la empresa, como lo dijo un emprendedor “no se trata de proteger viejos puestos de trabajo sino nuevas formas de empoderar a los seres humanos. Se necesita preparación y conciencia para entender que necesitamos nuevos conocimientos y herramientas para afrontar los años subsecuentes”. 

Sería un error concebir la transformación digital como un objetivo más a corto o largo plazo, se debe establecer claramente como un proceso de cambio que operará en espiral, es decir en continuo y constante crecimiento.